El nombre botánico de esta especie es Cicerarietinum, por su supuesto parecido con la cabeza de un carnero, aunque para quienes tenemos una mirada menos sagaz se parece más bien a la pepita de una avellana pequeña.
Los garbanzos de tamaño grande son mejores que los pequeños, porque no necesitan tanto remojo. Pero, para quedar bien tiernos pueden necesitar a veces hasta 10 horas de remojo y de 5 a 6 de cocción a fuego muy lento.
Una vez cocidos, los garbanzos son muy buenos simplemente en ensalada, aderezados con aceite. Los italianos también hacen sopa de garbanzos, y los mezclan con la pasta; este último plato se llama «trueno y relámpago». En Francia, hierven los garbanzos en un buen caldo con hierbas para hacer los estofados, y los usan también en sopas y como guarnición. En España, los garbanzos son la base de la «olla podrida», y en Portugal los combinan con espinacas para comerlos con bacalao y con otros platos. En Oriente Medio los combinan con tahina, limón y ajo para hacer el hummus, una deliciosa pasta para untar, y en Israel tienen su propia versión del fa.la.fel, que se ha popularizado tanto que es casi el plato nacional. Son un ingrediente común del cuscús, y también se mezclan con verduras y carne de buey para hacer un sustancioso plato israelí llamado Daphna. Son un cultivo importante en la India, donde los suelen cocinar con ajo, guindillas y distintas especias antes de freídos en mantequilla clarificada con hierbas y especias.