Recibe noticias, tips y recetas de cocina semanal, Suscribete!!
VISTOS RECIENTEMENTE

Algarroba

Algarroba

Naturalmente dulce y nutritiva, la algarroba es una satisfactoria sustituía del chocolate. En su estado natural, las vainas del algarrobo son el fruto, largo y elegante, de un árbol mediterráneo perteneciente a la familia de las leguminosas; de ellas se supone que vivió San Juan en el desierto.
La algarroba contiene menos calorías que el chocolate y nada de teobromina, una sustancia que se encuentra en el chocolate y que puede causar dolores de cabeza. El polvo o harina de algarroba se hace moliendo la vaina entera, que también es muy agradable en su estado natural. Esta harina se puede usar de la misma manera que el cacao, en pasteles, bizcochos y dulces de fabricación casera, pero como la algarroba es más dulce que el cacao, necesita menos endulzante. Su gusto suave, parecido a la leche chocolateada, es bueno en el budín de miel y nueces, en panes de dátiles, glaseados para pasteles y helados, pero no se recomienda usarla en recetas que requieran un verdadero sabor de chocolate, como los mousses y los pasteles de chocolate.
A comienzos del siglo XVI, cuando los holandeses introdujeron el té en Occidente -en China se cultivaba desde hacía ya siglos- fueron los ricos, y no los pobres, quienes saborearon sus diversos aromas. Durante un siglo, o más, la gente sencilla siguió bebiendo sus habituales vinos y cervezas baratos, mientras que la nobleza sorbía la costosa bebida traída de Oriente.
Hasta mediados del siglo XVI el té no se convirtió en bebida popular, ello sucedió debido a que la British East India Company redujo precios y abrió el comercio. Actualmente, siempre enamorados de su té, los ingleses siguen siendo los principales consumidores, ya que beben tres veces más que los japoneses (para quienes el té es tanto una ceremonia como un refrigerio) y diez veces más que los norteamericanos. En Rusia el té se sirve muy fuerte, a veces con limón, pero jamás con leche, mientras que a los marroquíes les gusta muy dulce por lo que le agregan grandes cantidades de azúcar y miel.
Lo que es una curiosa anomalía, ahora que el té es una bebida tan universal, es que la terminología que designa la forma en que se clasifica y se vende siga siendo totalmente enigmática para la mayoría de los consumidores. Es verdad que la mayoría de las personas distinguen fácilmente el té negro -el que más comúnmente se bebe en Occidente- del verde, que es el favorito en Oriente. Pero otros términos son, en su mayor parte, incomprensibles para quienes no están en el negocio. La expresión Orange Pekoe, por ejemplo, que se halla en la etiqueta de muchos tes negros, indica simplemente el tamaño de la hoja, y no tiene nada que ver con el sabor del té.
Aunque todos los tes provienen de variaciones de la misma planta de hoja perenne -Camellia sinensis-, existen diferencias notables de acuerdo con la región donde se cultiva y cuyo nombre suele recibir. Los factores que más asociados van con los tes de calidad superior con las buenas condiciones del agua y el suelo, la altura, el cuidado en la cosecha y una temporada favorable para ésta.
Generalmente, los mejores sabores se encuentran entre los tes conocidos como de cultivo de altura, es decir, variedades cultivadas en terrazas, en las colinas y a gran altura. Más escasas y más difíciles de cosechar, estas variedades son invariablemente más caras que las cultivadas en zonas bajas.
Después de la cosecha, lo que sucede con la hoja durante el procedimiento también tiene considerable importancia para la calidad del té que llega a las tazas. El procesamiento no sólo modifica la hoja para destacar las cualidades que le son inherentes, sino que asegura también que la hoja no se eche a perder, y la incluye en una de las tres clasificaciones dentro de las cuales se agrupan todos los tes: el negro, fermentado y con la más elevada concentración de aceites esenciales; el verde, que no ha sido fermentado y es el que más sigue pareciéndose a la hoja natural, y el oolong, semi-fermentado.