En un cazo, mezclamos la salsa de soja con el mirin, el aceite vegetal y el azúcar. Lo ponemos al fuego y lo llevamos a ebullición, removiendo para que se disuelva el azúcar.
Lo retiramos del fuego y reservamos la salsa en un recipiente tapado para cuando la incorporemos a una receta.
Se conserva unos cuantos días en el frigorífico.